Congelar o no congelar... aquí algunas recomendaciones
Nos hacemos eco de esta interesante nota escrita por Mónica Escuedo en El pais.
El
congelador es esa parte de la nevera que se abre tan poco que parece que no
existe, y que puede servir tanto para almacenar precocinados guarripé como para
conservar un poco más el calor de hogar de los estofados maternos. Con su ayuda
también podremos disfrutar de algunos alimentos estacionales durante más
tiempo, contribuir al ahorro familiar y, en definitiva, comer mejor.
Para que
esa puerta pase de ser el sótano de Donnie Darko a una línea directa con el
paraíso hemos pedido opinión a una serie de voces autorizadas en cuestión de
alimentación: los tenderos del Mercat de la Llibertat y aledaños que me proveen
a diario de materia prima fresca.
Desde la
pescadería Joan Noi, la verdulería y frutería Germans Mora, la quesería Can Luc
y la carnicería Carns Jordá respondieron con paciencia y generosidad una buena
batería de preguntas. De su experiencia y respeto por el producto se nutre esta
lista, que os ayudará a convertir vuestro congelador en el mejor aliado de
vuestra cocina.
1. Cuida a
tu congelador (para que él te cuide)
Asegúrate
de que la temperatura está a -18 grados y de no hacerla subir rápido metiendo
demasiada comida a la vez (algunos congeladores disponen de un botón de
acelerado para este tipo de situaciones). Nunca metas en él alimentos
calientes: le harás trabajar más, y cuánto más tiempo tarde la comida en
congelarse más fácil es que se formen grandes cristales de hielo y las
bacterias se multipliquen.
2. Envasa
bien los alimentos
El frío
quema, y en el congelador hace bastante de eso. Seguro que más de una vez os
habéis encontrado con una pechuga de pollo con aspecto de hacer pasado por un
baño de ácido en lugar de por vuestro combi: os podríais haber ahorrado la
experiencia cerrándola bien dentro de una bolsa zip o cubriendo bien con film.
Esto también evitará la contaminación cruzada entre diferentes comidas.
Si envasáis
al vacío para congelar, no apuréis éste al máximo. El agua aumenta de tamaño al
congelarse, así que todo debe tener un mínimo de margen para expandirse (si no
lo hacéis vosotros mismos comentádselo a vuestros proveedores para que lo
tengan en cuenta). Por eso mismo tampoco es recomendable congelar líquidos en
tarros de cristal ni llenar demasiado los tápers con caldo, guisos u otras
recetas con mucho líquido. Cuando la física haga su trabajo os podéis encontrar
parte del contenido esparramado por fuera.
Si tenéis
la típica bolsa en la que vais poniendo huesos, cabezas de gamba u otras cosas
que vais a utilizar para hacer caldos, evitad –poniendo por ejemplo un poco de
film de cocina entre ambas– que la comida congelada y la que aún está fresca
fresca se toquen.
3.
Organización
Aunque los
congeladores de hoy en día son la repera y pueden mantener los alimentos
comestibles durante mucho tiempo, su sabor y su textura se resienten con el
paso del tiempo. Ninguno de nuestros expertos nos ha recomendado tener comida
cruda en el congelador más de tres meses (un mes en el caso de carne picada, mariscos
y otras texturas más delicadas).
Llevar una
rotación y ser conscientes de lo que tenemos en reserva es imprescindible para
que ésta aventura llegue a buen puerto. Si apuntas en un documento del bloc de
notas de tu teléfono lo que tienes congelado y en qué fecha entró, evitarás
comprar alimentos que ya tienes, darás salida a los que ya llevan tiempo allí y
ahorrarás dinero.
4. No uses
el congelador como un sustituto libre de culpa de la basura
Si metes en
el congelador un pescado que lleva tres días en la nevera pero no vas a
cocinar, sacarás algo aún peores condiciones. El congelador sirve para
aprovechar las buenas ofertas en producto fresco, para abastecerse durante más
tiempo de una sola vez y optimizar el tiempo que empleamos en comprar o las
energías que empleamos en cocinar, no para que lances en él comida medio pocha
que nunca te vas a comer.
5. Pero
tampoco tires nada
Hay casos
en los que sí puede utilizar el congelador para reciclar. Por ejemplo, si vives
solo y cada vez que cortas un cuarto de cebolla, berenjena, calabacín o
pimiento para un sofrito ves languidecer el resto en la nevera hasta que muere,
pícalo entero y ponlo a congelar en un recipiente pequeño. Para el próximo
sofrito no tendrás que empezar otras hortalizas.
6. Congela
en el formato que vayas a consumir
Si compras
carne picada para hacer unas albóndigas o un pollo para guisar, es mucho más
práctico que lo congeles una vez cocinado que en crudo. Si ahora que tienes el
producto fresco y recién comprado te da palo, imagínate cuando tengas que
descongelarlo para cocinar. Por otro lado, recuerda lo bien que va tener comida
lista para llevar al trabajo, o comer algo elaborado y reconfortante esos días
en los que estás cansado y no tienes ni tiempo ni fuerzas para cocinar.
Aunque no
soy nada partidaria de pedir que me corten las hogazas de pan, hacerlo si vas a
congelarlo tiene todo el sentido: si te aseguras de separar un poco las
rebanadas con las manos antes, una vez congeladas podrás irlas sacando de una
en una, tostarlas y tener pan fresco cada día. Busca una bolsa de zip grande
para tenerlo cerrado herméticamente y que no se seque.
No congeles
restos humanos. GIPHY
7. Blanquea
las verduras (y deshidrata las setas)
Las setas
son un producto de temporada que dura poco, y si se recolectan como pasatiempo
se pueden llegar a tener muchos excedentes. En Germans Mora nos revelan un
estupendo truco para conservarlas: solo hay que pasarlas por la sartén –enteras
o cortadas– sin aceite y dejar que pierdan parte de su agua. Una vez frías,
estarán listas para congelarse en óptimas condiciones. Las verduras como judías
verdes –planas o bobby–, acelgas, etc también se pueden congelar, siempre que
estén previamente blanqueadas durante unos segundos en agua hirviendo.
8. El
tamaño importa
Cuanto más
ajustado al tamaño de consumo sea lo que vas a congelar, mejor: la congelación
tarda menos en llegar al centro en las piezas más pequeñas, así que si tienes
un lomo entero que vas a consumir en filetes congélalo directamente en ese
formato. Nuestras carniceras y pescateras de guardia recalcan también la
importancia de eliminar vísceras y casquería –ésta se puede congelar aparte– y
nos cuentan un pequeño truco para congelar cortes finos y poder separarlos sin
tener que recurrir al martillo hidráulico.
Se trata de
envasarlos en film de cocina o plástico alimentario, como el que se usa para
separar las lonchas de los quesos blanditos o dentro del papel de envolver
embutidos. Se puede hacer individulamente, o de dos en dos si es así como los
vamos a descongelar, y ponerlos encima
de una base plana (por ejemplo, una bandeja de porex) con cuidado. Unas cuentas
vueltas de film al conjunto final lo mantendrá protegido de las quemaduras, y
listo para ir consumiendo al ritmo que se quiera.
9. Cuidado:
frágil
Muchos
alimentos se vuelven delicados y quebradizos al congelarlos, y hay que ir con
especial cuidado con ellos. Nuestros pescateros de guardia aseguran que si
congelas crustáceos a lo bruto –sobre todo los de tamaño más pequeño o con
pinzas finas como las cigalas– se romperán. Hay que estirarlos al máximo
posible sobre una bandeja, intentando que no se amontonen o se peguen
demasiado. Para los de tamaño aún más pequeño, como las quisquillas, la
solución es usar un táper ancho y plano (para no poner demasiadas capas)
10. Cosas
que se pueden congelar (y seguramente no sabías)
Me chiva
Luc que todos los franceses tienen en el congelador una barra de mantequilla y
crema de leche "por si surge una emergencia". Sin ser tan adictos a
los lácteos como nuestros vecinos, podemos beneficiarnos de ofertas de dos por
uno –o de los precios ajustados de los formatos más grandes– usando este truco.
Hay algo
viviendo en tu congelador. GIPHY
Las
legumbres –ya cocidas o después del remojo– también soportan bien el frío, y si
van mezcladas con grasa, aún más, así que la próxima vez que prepares hummus
dobla –o triplica– la cantidad, cúbrelo con una capa de aceite y tendrás
reservas siempre a mano. Algo parecido pasa con el pesto: si te pasar la vida
tirando medios manojos de albahaca mustia, ponlo todo y tendrás una sesión
extra de deliciosa pasta.
Si además
de con la albahaca tenéis el mismo problema con otras hierbas, picadlas,
mezcladlas con aceite de oliva y ponedlas en una cubitera de silicona: tendréis
porciones para una o dos personas listas para usar en cualquier momento. Sirve
también para el chile.
11. Cosas
que no se deben congelar
Cualquiera
que haya descuidado una lechuga pegada a la parte de atrás de la nevera y la
haya sacado más triste que los caballitos pony sabe que no se puede congelar
una verdura u hortaliza que se vaya a comer cruda.Tampoco podremos volver a
comernos la fruta tal cual, pero los plátanos y el aguacate pueden ser una
buena base para improvisar helados –ya hemos dado alguna idea al respecto– y
las fresas, melocotones, melón y muchas otras pueden mezclarse con zumo y fruta
fresca para hacer unos batidos campeones.
Desde Joan
Noi nos dicen que tampoco los moluscos crudos, pero si tenemos demasiados
(¿existe eso?) podemos abrirlos al vapor y congelarlos con su jugo. Tampoco se
pueden congelar huevos con cáscara –se romperían al crecer su contenido–, pero
sí batidos y en un recipiente bien cerrado. Las patatas crudas o cocidas se
vuelven terrosas e incomestibles, y el arroz tampoco saca lo mejor de si mismo.
Luc
advierte que muchos lácteos como el yogur o la crème fraîche cambian de textura
cuando se congelan y se vuelven a descongelar, y nos chiva un truco para darles
salida. El yogur, mezclado con alguna mermelada, miel o compota, en un recipente
adecuado –puede ser su mismo envase– y un palito se convierte en un estupendo
polo para un postre o merienda. La crème fraîche siempre podrá usarse para
cocinar, si se le da un pequeño batido previo con un tenedor.
12.
Descongela en condiciones
La manera
ideal de descongelar los alimentos –especialmente los crudos– es en la parte
menos fría de la nevera, sobre una rejilla para que no se empapen de sus
propios jugos y de un día para otro. Así se lo pondremos difícil a las
bacterias y los alimentos mantendrán al máximo su textura y sabor originales.
Como en
todo, hay excepciones: las verduras que hemos escaldado y congelado hace unos
pasos deben meterse directamente en agua hirviendo (o al vapor), y los guisos,
estofados y alimentos cocinados en salsa son los que menos sufrirán si los
descongelamos en el microondas. Es recomendable hacerlo siempre a la mínima
potencia, en tandas, vigilando el proceso de cerca y removiendo si es necesario
para ayudar a distribuir bien el calor. Si lo hacemos así, podremos disfrutar
de un guiso bien descongelado en uno de esos míticos ataques de hambre
dominguera con nevera vacía (tomado de http://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2015/09/25/articulo/1443174786_749357.html).
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